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Uno de los rasgos de nuestro tiempo es la aceleración. Trabajamos con plazos cortos, a menudo marcados por las urgencias y las crisis, lo cual induce a una sensación de prisa que es al estrés lo que la cola a la pescadilla. La mente necesita desconectar de la inmediatez para recuperar la visión del horizonte, de un futuro que en ocasiones está a la vuelta de la esquina, pero con la edad descubrimos que, tras ella, siempre hay un nuevo ángulo y así hasta la limitada eternidad que permite la condición humana.

Agosto, las vacaciones, son una excelente oportunidad, tal vez una mera excusa, para reflexionar acerca de nuestro momento profesional y sacar algunas conclusiones con la perspectiva siempre aleccionadora del medio y largo plazo. He aquí tres tareas que pueden aportar luz sobre el futuro que empezará en el mes de septiembre:

1. Evaluarse. Nos pasamos el día evaluando opciones, comportamientos y resultados. Sin embargo, pocas veces abordamos el sano ejercicio de evaluar nuestras propias circunstancias profesionales. El tiempo libre facilita echar una mirada serena hacia uno mismo, hacerse algunas preguntas y responderse sinceramente.

Preguntas como: “¿Qué competencias tengo para afrontar los cambios que está experimentando la comunicación? ¿Estoy al día en las nuevas tecnologías? ¿Estoy alcanzando los resultados deseados? ¿Es adecuado mi posicionamiento profesional? ¿Tengo en las redes sociales la imagen que deseo? ¿En qué debería concentrarme tras el retorno de las vacaciones para conseguir mis objetivos? ¿Cuál podría ser mi próximo paso profesional? Y otras muchas que, contestadas con rigor, nos ayudarán a definir próximos hitos, metas intermedias o incluso nuevos destinos.

Se trata de desafiarse, mirarse al espejo del hoy y del futuro deseado, hallar las diferencias entre ambas imágenes y definir las herramientas o los caminos que nos lleven a eliminarlas.

 2. Repensarse. El día a día nos convierte en auténticas máquinas operativas, pero la estrategia surge de la combinación entre teoría y práctica, conocimiento y experiencia. La mente en reposo está más preparada para repensar, consolidar lo vivido, establecer nuevas conexiones neuronales y aprender de lo aprendido. La tendencia a hacer, a estar haciendo, nos hace olvidar que lo más importante es “hacer hacer”, como decía Mercè Sala, presidenta de Renfe entre 1991 y 1996, es decir, lograr que los demás, tu equipo, por ejemplo, haga cosas con un fin común.

En esta línea, cabe repensar los modelos estratégicos que estamos aplicando, qué actualizaciones debemos realizar para no perder el ritmo de los tiempos y si tenemos los proveedores y socios adecuados para afrontar los desafíos de la próxima temporada.

Se trata de cuestionar las inercias, en ocasiones para reafirmarse en ellas y en otras para evitar que sean la expresión de los peligros que encierra acurrucarse en la zona de confort.

3. Digitalizarse. Podemos referirnos al “big data” como muestra de la necesidad de calibrar las consecuencias que las nuevas tecnologías tienen para el ejercicio de la comunicación en todas sus disciplinas.  Por ejemplo, los sistemas información han multiplicado la capacidad para escuchar a los stakeholders y mantener conversaciones con ellos. Quizá una de las tareas pendientes de los comunicadores no sea familiarizarse con los nuevas herramientas  de escucha, sino crear y creer en una nueva cultura de la escucha, de aplicación tanto para uno mismo como para el conjunto de la organización, especialmente para aquellos que tienen responsabilidades en su liderazgo.

Se nos llena la boca pregonando el cambio en el entorno y con frecuencia se nos olvida que el cambio más relevante es aquel que nos afecta a nosotros mismos, a nuestra capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias.

Se trata, pues, de concentrar nuestra curiosidad en aquellas innovaciones que suponen o supondrán en breve una transformación de nuestro entorno profesional y recalibrar nuestras competencias al respecto.

Mafalda en la playa

Las tres tareas sugeridas están expresadas con verbos reflexivos porque implican una acción sobre sí mismo. Tal revisión no debe ser realizada desde  el egocentrismo, sino desde la humildad de reconocer que no hay mejor aprendizaje que el que nace de la propia experiencia. Evaluarse, repensarse y digitalizarse en agosto nos harán llegar frescos a un septiembre que, como todos los meses del mismo nombre, nos devolverá a un escenario de nuevos y viejos desafíos.

Artículo publicado en el blog de Llorente y Cuenca 

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