31Dic
2021
Escrito a las 8:13 pm

El concepto se lo escuché a Silvia Arto, directora de comunicación de las funciones globales de BNP Paribas y vicepresidenta de la Global Alliance for Public Relations and Communication Management. Me habló de las sociedades de admiración mutua. La idea me encandiló porque, además de su brillantez, confirió un nuevo sentido a muchas de las relaciones que mantengo. De hecho, en el ámbito profesional las más productivas responden a la mutualización de este sentimiento.

«Se admira a alguien por lo que hace, por lo que es, por cómo se las arregla para andar por el mundo«, dijo el escritor y cineasta Paul Auster. En esta cita el verbo «hacer» aparece por delante de «ser», lo cual me parece un enfoque muy correcto para apreciar los hechos de la persona, que tienen mucho más valor que la personalidad o la posición que ocupe. De hecho, muchas personas admiran a otras simplemente por el personaje que encarnan, sin preguntarse o querer preguntarse cómo han llegado a ejercerlo.

La tercera parte de la afirmación de Auster combina los verbos «arreglar», precedido de «cómo», y «andar». Ambos son muy apropiados para entrar en el territorio de las conductas, que deberían ser los auténticos jueces de las personas. Los comportamientos afloran cuando nos movemos por la comunidad y nos rozamos con nuestros congéneres. Al andar coincidimos o chocamos simplemente porque nos encontramos con otros cursos. En las sociedades de admiración mutua, al caminar en paralelo durante un tiempo sentimos con facilidad la energía del otro; en ocasiones basta con una sonrisa cómplice para encender la llama.

El antónimo de admiración es desprecio. Sin embargo, creo que con frecuencia tal repulsa procede de la envidia. Según Fernando Savater, estamos ante el más sociable de los vicios «porque proviene de nuestro carácter de animales gregarios«. Personalmente me parece el más estúpido porque solo perjudica a quien lo siente. Es como el ardor de estómago provocado por un exceso de soberbia.

Mientras envidiar nos hace peores, admirar nos hace mejores. De la misma forma que apreciamos las maravillas de la naturaleza, debemos encantarnos con las maravillas de los seres humanos que forman parte de esa creación colectiva y única que es el planeta que habitamos y en el que convivimos.

En la admiración el deslumbramiento ha de ser lucidez para ver con claridad las virtudes y extraer los aprendizajes que el otro generosamente nos proporciona. No se trata de lucir, sino de iluminar con nuestras ideas, conductas y logros. Explorar caminos para recorrerlos juntos. Los mentores son un ejemplo excelente del acompañamiento en la escucha, el consejo y, sobre todo, el afecto. El mentor acaba admirando tanto al mentorizado como el mentorizado al mentor.

Las sociedades de admiración mutua están atadas con cabos fuertes y, en la mayoría de las ocasiones, infinitos. Sus beneficios se prolongan en el tiempo e incluso perviven cuando una de las dos partes desaparece físicamente. En ellas no caben los tramposos, ni los egocéntricos, ni mucho menos los falsos. La confianza solo puede emanar de la sinceridad y la transparencia.

El halago es necesario, pero debe ser practicado con tino y fundamento. En estas asociaciones las opiniones han de fluir con naturalidad, encajadas en conversaciones productivas tanto en términos de conocimiento como de emociones. Las palabras han de acariciar el alma del otro sin adormilarla. Más verbos que adjetivos para que la autoestima se alimente de hechos y la vanidad no desborde los límites de la salubridad.

En el ámbito personal y más íntimo, la admiración es el gran aliado del amor. Tal vez haya siempre algo de amor en cada admiración, ya sea personal o profesional, en cada relación que está presidida por el propósito de ayudar. El filósofo inglés Francis Herbert Bradley sostenía que «el secreto de la felicidad es admirar sin desear«, es decir, sin envidiar.

Hay demasiadas personas en el mundo encarceladas en su propia admiración, presas del deseo insaciable que produce el exceso de vanidad. Constituyamos sociedades de admiración mutua que nos liberen del egoísmo y nos enriquezcan con las experiencias de todos aquellos que están dispuestos a aprender juntos.

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[…] rebelde… Vivimos un momento transgresor en el que la sociedad del futuro debería ser aquella sociedad de la admiración mutua en la que lo importante no es tanto ser como participar, compartir, cocrear… “En la […]

Un comentario

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XLuis MP
25.04.2023 a las 22:48 Enlace Permanente

No se si tiene sentido la admiración, porque las personas admiradas no tienen ningún mérito (ni culpa).Sus virtudes le vinieron dadas por Dios y/o por la naturaleza o por lo que sea. Generalmente esas virtudes son para bien, pero también pueden traer desgracias, o una mezcla de lo bueno y lo malo (y lo regular). En la actualidad vemos que se suelen admirar mucho los defectos, incluso a veces más que las virtudes. Y eso se nota en muchos de quienes son los referentes actuales, básicamente unos mediocres. Además, los países suelen exportar unos a otros, con éxito, lo peor de sus culturas.

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