05Abr
2012
Escrito a las 9:31 pm

El Gobierno de Mariano Rajoy acaba de cumplir sus primeros 100 días. Sometida al escrutinio de los mercados externo (financiero) e interno (la opinión publicada), no son pocos los observadores que aprecian errores de comunicación en la acción ejecutiva del presidente pontevedrés. A mi juicio, como las meigas, haberlos haylos , pero no sería justo ni profesional despachar con una mera frase o un simple adjetivo la política de comunicación de un gobierno apenas tres meses después de su toma de posesión y con cuatro años de legislatura por delante, máxime si la coyuntura en la que se desenvuelve es la más complicada que hayan vivido jamás al menos las últimas dos generaciones de españoles.

Mariano Rajoy

El presidente del gobierno no es hombre de púlpitos periodísticos

 

 

 

Para ser riguroso, habría que realizar tres preguntas:

  1. ¿Existe una política de comunicación?
  2. ¿Se han planificado objetivos a medio y largo plazo o sólo responde a las urgencias del momento?
  3. ¿Están coordinadas las acciones de comunicación de las distintas instancias y ámbitos del gobierno y del Partido Popular?

El propio gobierno admite que debe mejorar su estrategia de comunicación y ser más proactivo, consciente del desafío que entraña explicar los recortes realizados y las reformas emprendidas. Además debe enfrentarse a los mensajes de la oposición y, sobre todo, a sus propias contradicciones ideológicas. Es ciertamente difícil entender por parte del ciudadano que las duras decisiones adoptadas en los tres meses de legislatura van destinadas a recuperar la confianza de los mercados financieros, con el fin de que el país pueda seguir financiándose; más aún si la apelación al crédito exterior convive con la escasez del mismo en el ámbito nacional. Puede parecer una contradicción que los recortes produzcan en primera instancia un aumento del desempleo. Y, desde luego, es fácil hacer demagogia con la amnistía fiscal, especialmente después de que el Partido Popular hubiese clamado ferozmente contra ella cuando ejercía la oposición.

La crudeza del mensaje y la dificultad para digerirlo hacen más necesaria que nunca una política de comunicación. No se trata tanto de explicar los porqués de las medidas adoptadas como el contexto en el que se producen y el horizonte al que se dirigen. Por eso se necesita un plan que sea capaz de mirar hacia más allá del pico o pozo de la crisis y comenzar a recuperar la autoestima de unos nacionales que constituyen la mayor fuerza de comunicación existente. Un plan que no puede formular como objetivo genérico «sacar a España de la crisis», porque sería como afirmar que la misión de un médico es «no matar a sus pacientes», sino recuperar las palancas de creación y distribución de riqueza de una forma más equilibrada y sostenible. El cambio debe tener una mayor dimensión cultural que de modelo productivo y, en consecuencia, requiere tiempo y procedimiento. Cien días es un lapso tremendamente escaso, incluso para un político o para el periodista que lo juzga.

Yo creo que el Gobierno de Rajoy tiene una estrategia, pero no un plan. Tal vez su esquema de pensamiento responda a: «Primero sobrevivivimos y luego ya pensaremos en el futuro». Desde esta perspectiva, la estrategia es más bien la suma de decisiones tácticas cosidas por un denominador común. Ahora bien, esa forma de pensar puede lograr que el futuro, una de las mayores palancas de motivación, se vuelva muy pequeñito, al tiempo que su enemigo, la desesperanza, gane en tamaño.

La respuesta a las dos primeras preguntas sería: la política debe alumbrar un plan de comunicación que garantice la coherencia entre el corto, el medio y el largo plazo, que conecte los sacrificios del presente con los beneficios del futuro y que ofrezca respuestas creíbles a todas las personas que lo están pasando mal. Porque esta crisis tiene un origen moral y, en consecuencia, su superación requiere también un tratamiento psicosocial.

La respuesta a la tercera pregunta se encuentra diariamente en los periódicos y espacios audiovisuales. La contradicción se ha convertido en un género periodístico, tan propio del gobierno como de la oposición. La amnistía fiscal es un buen ejemplo de ello: el PP se opuso radicalmente a ella cuando el gobierno de Rodríguez Zapatero contempló esta opción y ahora es el mismo PSOE el que clama contra el perdón. Caso similar es el diferente tratamiento de la presión fiscal cuando se milita en el gobierno o en la oposición. Conclusión: el cuidadano está desconcertado y las referencias ideológicas aparecen más desdibujadas que nunca.

En estas circunstancias, la coordinación de las principales acciones de comunicación del gobierno, concebido en un sentido amplio (administración central, comunidades autonómicas y ayuntamientos), es crucial. No se trata de construir un mensaje monocorde, sino de compartir un objetivo común. De nuevo aflora la necesidad de dibujar un horizonte que facilite la comprensión de los esfuerzos del presente.

En esa línea, la coherencia es condición sine qua nom para la consistencia: hacer lo que se dice y decir lo que se hace. España tiene que recuperar credibilidad, lo cual requiere cumplir con los compromisos, crear las condiciones para una nueva etapa de crecimiento y generación de empleo, y, por supuesto, restaurar la confianza de los españoles en sí mismos.

Aunque algunas pistas no apunten en la dirección correcta, cien días es muy poco tiempo para juzgar la política de comunicación de un gobierno, cuya misión básica es gobernar, responsabilidad que en democracia comporta la obligación de comunicar. Y comunicar no significa ocupar espacio en los periódicos con los mensajes tácticos del momento, sino articular un discurso que tenga su origen en los valores del progreso y la convivencia, sea coherente con las decisiones y siembre confianza entre los ciudadanos.

El país necesita hechos, sensaciones y sentimientos.

 

 

 

trackbacks

7 comentarios

001
ALEJANDRO
05.04.2012 a las 11:40 Enlace Permanente

Estoy totalmente de acuerdo y solo echo una cosa de menos y es hablar del pesimismo del gobierno.
Es probable que no se tenga que tener el «optimismo iluso» de Zapatero pero obviamente el pesimismo que transmite el gobierno está siendo, a mi juicio, uno de los peores lastres con los que está contando el País en estos momentos

002
JMV
05.04.2012 a las 16:46 Enlace Permanente

Alejandro, por eso en el post hablo de la necesidad de «tratamiento psicosocial «. Desde luego, el pesimismo y la pérdida de autoestima no ayudarán a la recuperación.

003
cpons
06.04.2012 a las 21:50 Enlace Permanente

Totalmente de acuerdo. Como persona totalmente profana en materia económica, echo profundamente de menos un esfuerzo a nivel de comunicación para aclararnos hacia dónde vamos y sobre todo el por qué de cada uno de los «sacrificios» que nos están imponiendo; algo que nos permita vislumbrar la luz al final del tunel y afrontar la situación con un cierto optimismo.
Por otra parte pienso que, a parte de esas mejoras a nivel de comunicación, también tenemos que hacer un esfuerzo por potenciar la marca España. No sólo de cara al exterior, sino sobre todo de cara a toda la sociedad que está haciendo un enorme sacrificio (lo digo por la licencia que se le ha concedido al sr. Sarkozy con las referencias a España durante su campaña electoral).

004
Alfredo Arceo Vacas
08.04.2012 a las 09:11 Enlace Permanente

Un placer leer algo razonable.
Gracias por tu tiempo.

005
Javier
09.04.2012 a las 08:26 Enlace Permanente

El PP siempre ha tenido cierto complejo para comunicar, una especie de paradoja por la cual cuando las cosas van mal no «conviene contarlas demasiado o con demasiado énfasis» pero cuando van bien, tampoco. Y cuando se ha intentado coordinar lo positivo, siempre aparecen los francotiradores (a veces del propio partido) o los creadores de polémicas estériles para evitar que se hable de los éxitos. Nada que ver con el desparpajo de la izquierda, que siempre ha sabido destacar que todo va bien, tanto cuando las cosas van bien como cuando van mal. Pasmado estoy con el desapego y la distancia con la que hablan de la crisis.
Coincido con el autor en que hace falta un Plan más allá de un programa de medidas políticas. La comunicación de los partidos políticos no la hacen los responsables de comunicación. Si hay un Plan, como mucho serán directores de orquesta, pero serán los musicos y sobre todo sopranos y tenores los que lo ejecuten. Si no hay Plan… a sobrevivir en el día a día.

006
Manuel
11.04.2012 a las 09:41 Enlace Permanente

Estupenda reflexión. La clase política olvida que la ciudadanía se conformaría con saber, conocer, con información. Y, también, como dices, con lógica. Si el ciudadano recibe información, el nivel de desconfianza disminuye. Si recibe información muy bien explicada, la desconfianza desaperece. Si, además, se explica en clave de ‘no quiero hacerlo, pero es lo que toca en este momento de crisis’ (todavía recuerdo la imagen de la ministra de Empleo italiana explicando, entre sollozos, la necesidad de los recortes), la ciudadanía se solidariza y arrima el hombro.
Enhorabuena por este análisis. De verdad.

007
Juan Repullés
11.04.2012 a las 15:42 Enlace Permanente

Después de la espantá de ayer y de la que está cayendo, tus comentarios sobre la política de comunicación del gobierno tienen todavía más sentido. ¡Ojalá que sepan rectificar! Ganaremos todos… Un fuerte abrazo.

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