15Abr
2017
Escrito a las 12:43 pm

Las leyes orgánicas son aquellas que regulan materias relacionadas con derechos, libertades o preceptos recogidos en un texto constitucional. Habitualmente requieren mayorías cualificadas porque significan el desarrollo de una ley fundamental.

En comunicación podríamos definir como ley orgánica al principio que es de aplicación común para todas las prácticas profesionales, tanto en la vertiente de las relaciones públicas como en la del periodismo.

Las tres leyes orgánicas de la comunicación son:

La verdad radica fundamentalmente en la coherencia entre lo que se ve y lo que se cuenta, entre lo que se piensa y lo que se dice y, sobre todo, en lo que se hace. Expresado en la jerga de la modernidad: no debe haber storytelling sin storydoing.

Incluso cuando se emite un juicio éste debe estar fundado, es decir, conectado con hechos contrastables  fruto de una observación sincera de la realidad.

La verdad es más una actitud que un hecho. Deriva del deseo de respetar el relato de los hechos sin caer en la tentación de construir versiones interesadas.

 

Podría parecer que esta segunda ley entra en contradicción con la primera porque se trata de vestir a los hechos. Sin embargo, la verdad desnuda es a menudo insuficiente para ser bien entendida, necesita ser contextualizada. Y para contextualizar hay que recurrir a la primera ley, es decir, atenerse a los hechos.

Contextualizar implica exponer quién hace o dice qué, dónde, en qué circunstancias y con qué objetivos. Poner en contexto legitima las opiniones porque desvela quién las emite.

En un mundo hiperconectado y on line la información se ha convertido casi en una commodity. El mayor valor no reside en la capacidad de transmitir noticias, sino de ponerlas en contexto, analizar sus circunstancias.

En el ámbito del periodismo y una vez que superemos la ola de trivialidad que recorre a las redes a golpe de click los medios con más futuro serán aquellos que mejor expliquen los hechos, sin que por ello tengan que renunciar a su línea editorial. De la misma forma que en el sector de la comunicación, los mejores profesionales no son aquellos que más saben de su empresa, sino de la industria de la que ésta forma parte.

 

El vocablo “comunicación” deriva de las voces indoeuropeas “ko” y “mein” («vivir juntos» e «intercambiar«). La comunicación es el espacio en el que se constituye la comunidad. Los griegos añadieron a “komein” la acepción “cuidar”, que también remite a una de las funciones básicas de la comunidad: proteger y proveer a los suyos.

Cuidar la comunicación conlleva cuidar la convivencia. El ejercicio de la convivencia se articula a través de las conductas. Estas requieren un marco ético de referencia, un denominador común que arbitre entre las inquietudes individuales y las necesidades colectivas, un territorio donde el «yo» se diluya armónicamente en el «nosotros».

Comunicar conlleva, en consecuencia, responsabilidades éticas porque provoca cambios en el mundo, no sólo en su percepción. Como suele decir, Rafael Echeverría, gran referencia del coaching ontológico, “hemos llegado a la luna porque tenemos el lenguaje”. Creamos realidad con el lenguaje cuando lo convertimos en un ejercicio de comunicación.

Todo proceso de comunicación debe pensarse para el uno y para el otro. La verdad se debilita cuando atiende solo a motivaciones individuales. En el ámbito empresarial, la comunicación ha de estar al servicio de todos los grupos de interés, no sólo de quien toma la iniciativa de distribuir información con una intención determinada, es decir, atendiendo preferentemente a sus intereses. Y en el ejercicio del periodismo, el autor de un artículo debe pensar más en su audiencia que en sí mismo.

En los tiempos de la cocreación el valor radica en la interacción entre emisores que se reconocen legitimidad para dialogar. La vieja fórmula del emisor-receptor ha sido sustituida por la del emisor-emisor, un diálogo entre personas que genera oportunidades.

¿Cómo se define el valor que todo proceso de comunicación debe crear? Con una fórmula muy simple: valor es todo aquello que contribuye a mejorar la convivencia de la comunidad, es decir, aquello que hace honor a la propia etimología de la palabra.

 

Un comentario

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Anselmo Lucio
15.04.2017 a las 17:59 Enlace Permanente

Delicioso artículo, José Manuel, has dado en el clavo del significado más profundo de la «comunicación», especialmente como una acción cuyo fin es proteger a la comunidad o prestar un servicio público. Lamentablemente, en los tiempos de la postverdad y las noticias falsas (que siempre las ha habido) hay demasiadas empresas que se dicen de comunicación que trabajan justamente para atacar a la comunidad local, nacional o internacional con mentiras, sobornos y coacciones. Y quien dice agencias dice conglomerados mediáticos. Pero no nos callarán.

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