A Toni Nadal le caben las cuatro acepciones que el diccionario de la Real Academia Española atribuye al adjetivo «cabal».
1. adj. Ajustado a peso o medida.
2. adj. Dicho de una cosa: Que cabe a cada uno.
3. adj. Excelente en su clase.
4. adj. Completo, exacto, perfecto.
Su carta de despedida como entrenador de su sobrino Rafael Nadal es un ejemplo de equilibrio, generosidad, elegancia y buen criterio. No es casual que haya sido durante 27 años mucho más que el entrenador del, a mi juicio, mejor deportista español de todos los tiempos. El mejor no sólo por su palmarés, sino también por su comportamiento fuera de la pista.
«Creo que nos haría bien empezar a moderar nuestras pasiones en el campo deportivo y hacerlo extensivo a todos los demás«. Esta es la frase que mejor describe el carácter de Toni Nadal, una persona moderada que ha logrado engarzar el talento de su sobrino con un talante conciliador.
Toni ha enseñado a Rafa a ganar, pero sobre todo a saber perder, le ha educado en la superación, en el esfuerzo y en la resiliencia. Nadal (Toni) también ha crecido con Nadal (Rafa) porque ambos han demostrado que la victoria es compatible con la humildad, que para ganar hay que aprender de la derrota, que la vida es un partido a muchos sets y que al otro lado de la pista nunca hay un enemigo, sino alguien que te ayuda a ganarte (mejorarte) a ti mismo.
«Vivimos -escribe Toni- en una sociedad en la que el fanatismo dominante, en política sobre todo, pero en el resto de los ámbitos también, nos lleva a dar sólo por bueno nuestro punto de vista y a despreciar, infravalorar y hasta odiar, al que piensa o siente distinto a nosotros«.
Se refiere así al denominado «efecto cámara de eco», que hace que solo escuchemos aquello que estamos dispuestos a escuchar. Nos hemos convertido en rehenes de nuestras propias cookies mentales, muy dependientes de los centros del placer que nos genera tener la razón o querer pensar que la tenemos.
Las personas con criterio son conscientes del valor del agradecimiento. Toni da las gracias a diestro y siniestro, con tino y sentido, sobre todo a su pupilo, quien hace tiempo dejó de serlo para convertirse en el compañero de tándem. «A día de hoy me siento enormemente valorado y querido porque su figura ha engrandecido la mía mucho más de lo que me merezco«, afirma. He aquí, precisamente, la expresión del tercer rasgo que configura su cabalidad: la humildad.
«Les dejo con esta idea para evitar cualquier sobrevaloración de mi persona y vuelvo con mis queridos alumnos en Manacor. Gracias de corazón y hasta siempre«.
Chapeau.
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