04Abr
2022
Escrito a las 8:18 am

Alberto Núñez Feijóo fue elegido el pasado 2 de abril presidente del Partido Popular (PP). Sin embargo, ya sabe desde hace un mes lo que es estar bajo la luz abrasadora (o no, que diría Mariano Rajoy) de los focos de la política nacional. De hecho, hasta su discurso en el XX Congreso del partido celebrado en Sevilla prácticamente todas sus intervenciones han estado marcadas por la polémica y han evidenciado algunos errores que muy probablemente son fruto de la improvisación.

Del recorrido por sus primeras declaraciones desde que expresó su decisión de presentarse como candidato a la presidencia del PP en sustitución del defenestrado Pablo Casado he extraído algunas recomendaciones para que Núñez Feijóo tenga una comunicación política eficaz si quiere conseguir su objejtivo de alcanzar la presidencia del Gobierno de España. Estoy seguro, me consta, de que tiene a su lado a personas capacitadas para aconsejarle con sinceridad y profesionalidad, pero también lo estoy de que a partir de ahora va a escuchar muchos cantos de sirenas y va a leer muchos artículos (incluido éste) que le digan lo que tiene que hacer.

De hecho la primera sugerencia es que escuche mucho a los que están cerca de él y sea muy selectivo con los le quieren marcar el camino desde el exterior de su núcleo duro.

No se trata de hacer oídos sordos a la lluvia de opiniones que ya está recibiendo, sino que sepa separar en cada una de ellas el grano de la paja, siendo el grano la información útil y la paja el interés que esconde. Obviamente, este primer consejo lleva implícito el mensaje de que sepa rodearse de un equipo muy profesional, leal y valiente.

La segunda recomendación es que no entre a todos los trapos.

A mi juicio, Pablo Casado cometió el error de buscar el choque con el gobierno de Pedro Sánchez en todos los frentes, ha querido ser el perejil en todas las salsas. Lo único que logró con esa actitud fue devaluar su opinión, que al ser siempre negativa configuró una personalidad con poca capacidad constructiva.

Alberto Núñez Feijóo ya sabe lo que es tener que opinar de todo a cada instante desde que anunció su intención de presidir el PP. Sus declaraciones sobre la «violencia intrafamiliar» (término acuñado por Vox para sustituir al de «violencia machista»), los beneficios fiscales con la subida de la gasolina («el gobierno se está forrando», olvidando que el 50 % de los ingresos producidos por este concepto son transferidos a las comunidades autónomas) y la calificación como «autista» al ejecutivo de Sánchez (con la consiguiente avalancha de críticas por parte de las familias que sufren esta enfermedad en su seno) son tropiezos que a partir de ahora debería evitar.

Tropiezos fruto de la sobreexposición a la que va a estar sometido. El presidente del PP debería dosificar sus apariciones, consolidar un discurso propio en clave constructiva y no responder a todas las provocaciones que a buen seguro le propondrá no sólo el PSOE, sino casi todos los partidos a su izquierda y su derecha. Cabe esperar especial virulencia verbal por parte de los nacionalistas, formaciones que siempre necesitan un enemigo exterior.

La tercera recomendación es que controle su divismo.

Todos los políticos con grandes aspiraciones tienen una dosis de divismo. Un porcentaje de esa vanidad impulsa el deseo de progresar, que debe estar conectado al propósito de hacer progresar a la sociedad a la que se sirve. Sin embargo, otro porcentaje de esa combinación entre orgullo propio e incienso ajeno se transforma en soberbia y engreimiento, una dolencia habitual en aquellos políticos que se miran mucho al espejo.

Hablando de divos, he aquí la cuarta: Núñez Feijóo debería mantener a Isabel Ayuso en la distancia, ni muy cerca ni muy lejos. Ya hemos visto que la presidenta de la Comunidad de Madrid es capaz de dinamitar a su propio partido con el fin de defender los negocios de un hermano. Y Ayuso tiene mucho tirón en Madrid y alrededores, pero su populismo «a la madrileña» resta en otros territorios de los que el gallego no puede prescindir, es más, en los que necesita que el PP recupere posiciones.

Y la quinta sugerencia es que acentúe su lado humano.

En el discurso pronunciado en Sevilla ya dio algunas pistas de cómo es su carácter y cómo ejercerá el liderazgo de la oposición. Feijóo disfruta de una buena consideración, reconocida incluso por sus adversarios, que no sólo es fruto de sus victorias electorales, sino también de su talante moderado y su experiencia como gestor. Este último rasgo es precisamente muy valioso cuando el país se enfrenta a una nueva crisis. La pandemia y los efectos sobre la economía española de la invasión de Ucrania han dejado al descubierto las debilidades que la mayoría de los políticos tienen como gestores.

Ya conocemos el lado serio, riguroso y adusto de Alberto Núñez Feijóo. Ahora nos gustaría descubrir los valores que le mueven y que le hacen diferente. Estoy hablando de ideología con mayúsculas, de los principios que inspiran su visión de la sociedad a la que aspira a transformar. No se trata de exponer a su familia ni de aparecer en el programa de Calleja (esto último es algo inocuo), sino de mostrar sus emociones hacia los demás. Conocer más a la persona que inspira al personaje.

Nota: El presidente del PP debería cambiar ya su nombre en Twitter. @FeijooGalicia se le ha quedado corto.

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