16Jun
2019
Escrito a las 11:58 am
Intervención de Andrew McAfee en Hoy es Marketing.

Andrew McAfee, codirector de la iniciativa MIT para la economía digital, participó recientemente en la cumbre de consejeros delegados (también conocidos por su acrónimo en inglés, CEO) organizada por ESIC Business & Marketing School. Su tesis es que subestimamos el poder de la inteligencia artificial. 

Para demostrarlo puso como ejemplo el combate entre el programa de inteligencia artificial de Google AlphaGo y el campeón coreano del juego de mesa Go, Lee Sedol. Lo artificial se impuso sobre lo humano por tres victorias a una el 15 de marzo de 2016, dos décadas después de que la supercomputadora Deep Blue ganase al maestro del ajedrez ruso Gary Kasparov. Aparentemente el ajedrez es un juego mucho más complicado que el Go, una especie de cinco en raya, pero las máquinas han tardado mucho más tiempo en vencer a un humano. ¿Por qué?

La respuesta es disruptiva, como el cambio de estrategia que realizó la inteligencia artificial para ganar la partida. A diferencia de los de ajedrez, que disponen de un amplio manual de jugadas que pueden ser memorizadas y procesadas tanto por el cerebro como por un programa de inteligencia artificial, los jugadores de Go no sabían explicar bien por qué ganaban, qué estrategias aplicaban. La única regla que tiene el consenso de los expertos es que si empiezas la partida en el centro del tablero pierdes. Es decir, al ordenador le costaba aprender porque apenas tenía referencias. Curiosamente, el programa comenzó a vencer cuando cuestionó la regla de que solo se gana si se coloca la primera ficha en las esquinas del tablero. Es decir, llegó a la conclusión de que sólo siguiendo lo que los humanos le enseñaban no les arrancaría la victoria. El programa aprendió por si sólo y se atrevió a cambiar de estrategia.

El machine learning abre un horizonte que nos sumerge en un relato propio de la ciencia ficción. Pero no es ficción lo que la inteligencia artificial puede producir, sino un avance disruptivo y más que exponencial en el desarrollo de la Humanidad, según McAfee. No somos suficientemente conscientes de cuánto nos puede afectar el desarrollo de la inteligencia no humana, con la que interactuamos a diario sin darnos cuenta, por ejemplo, cada vez que utilizamos el sistema de búsquedas de Google.

En el mismo evento, Eduardo Gómez Martín, director general de ESIC, puso el contrapunto a la visión tecnológica de McAfee con un discurso marcadamente humanista. Su propuesta es tan sencilla como poderosa: volver al ser humano. Este retorno significa, por encima de todo, poner la inteligencia artificial al servicio de las personas para mejorarlas.

El líder de ESIC desgranó su pensamiento sobre la interacción entre humanos y máquinas en tres líneas. La primera es una apelación a la filosofía socrática: «Conócete a ti mismo«, el aforismo que estaba inscrito en el pronaos del templo de Apolo en Delfos. A su juicio, es fundamental tener claro qué quieres hacer en tu vida y tener un alto conocimiento de ti mismo para evitar que los sistemas de inteligencia artificial «hackeen tu sistema operativo orgánico«.

La segunda («volver al hombre y a la mujer«) es un retorno a las Humanidades. Incluso la tecnología debe ser vista desde la perspectiva humana. La visión de las personas permite ver la «herida social» y obrar en consecuencia para reducir las desigualdades y curar las enfermedades sociales que amenazan la convivencia.

Y la tercera se refiere al «liderazgo humilde«. Eduardo Gómez cree que es tiempo de reinventar el liderazgo mediante el ejercicio de las tres haches: «heart, habit and harmony«. Poner corazón en lo que haces, coger los buenos hábitos y generar armonía en tu entorno.

La palabra tecnología viene del griego τέχνη (tekhné) que significa arte, técnica u oficio, y λόγος (logos), estudio, discurso, tratado. Entonces es el arte, la ciencia y la manera de hacer las cosas, construir artefactos que satisfagan las necesidades de las personas y las comunidades, es decir, es una actividad eminentemente humana que adquiere su mayor valor cuando beneficia al colectivo.

«A pesar de su complejidad, los algoritmos no son más que herramientas, y los agentes morales somos totalmente responsables de las herramientas que creamos y utilizamos. Si dejamos que los algoritmos decidan basándose en datos del pasado, seremos responsables de repetir nuestros errores, de frenar el progreso social a tal punto que empecemos a retroceder«, dice Carissa Véliz, investigadora en el Uehiro Centre for Practical Ethics y el Wellcome Centre for Ethics and Humanities en la Universidad de Oxford, en un artículo publicado recientemente en el diario El País.

La disruptiva tesis que subyace tras el humanista discurso del director general de ESIC es que la inteligencia artificial es una gran oportunidad para «mejorar al ser humano«. Trabajemos para que la inteligencia artificial no piense por nosotros, sino para nosotros.

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