“Citadme diciendo que me habéis citado mal”, es la perla que mantengo en la sección “Citas favoritas” de mi perfil de Facebook. Por cierto, perfil completamente veraz que me convierte en uno de los cinco mortales que cuenta la verdad acerca de sí mismo en una red social; los cuatro restantes son un ex-empleado de Lehman Brothers, un damnificado de Forum Filatélico, el psiquiatra de Paris Hilton, un astronauta jubilado y el representante de Belén Esteban.
Acudí a Groucho, cuyo nombre real era Julius Henry, no por su vertiente misógina, sino por su sentido del humor, aunque la verdadera razón es porque no hallé cita alguna de mi autor preferido: Perogrullo. Si nos dejásemos llevar por la definición de la Real Academia Española, el personaje al que admiro pasaría por necio o simple. Sin embargo, he sentido la curiosidad de excavar en las raíces intelectuales de Perogrullo, sobre todo desde que tengo la sospecha de que era asturiano; y ya se sabe, no hay asturiano que calce corto.
Al Pedro Grullo de la leyenda, cuya fama debe a las coplas de Francisco de Quevedo y Villegas, se le atribuyen verdades obvias, como la de llamar “puño” a la mano cerrada. No parece ser quien asó la manteca, ni tampoco se intuye parentesco con el analista que dijo que “la lógica de la bolsa es que no tiene lógica”. Sus sentencias son, sin duda, mucho más profundas que las de algunos políticos que nos gobiernan o quieren hacerlo; sin embargo, mi admirado filósofo de la vida real mora en el olvido mientras que muchos de los protagonistas de la actualidad se empeñan en que no olvidemos sus ocurrencias, más huecas que el subsuelo de Madrid.
Estoy convencido de que las máximas de Perogrullo esconden algún tipo de mensaje profundo. Así, con el fin de indagar en los mecanismos que podrían haberle llevado a dejarnos un sorprendente legado de sabiduría, me he sometido al ejercicio de ponerme en la piel del personaje y preguntarle/me qué diría en la actual situación de crisis económica y moral si tuviese que impartir una sesión formativa en una escuela de negocios.
He aquí sus cinco mejores pensamientos:
- Hay que creer en algo (y no vale contestar que en uno mismo). Esta sociedad anda sobrada de personas “self-made”, capaces de quererse más que a sus obras e incapaces de arrojar luz sobre la senda que ha conducirnos a un futuro mejor. Incluso el sentido común de Perogrullo podía pasar por referencia en un tiempo caracterizado por la ausencia de modelos que actúen como espejo en el que mirarse.
- El lenguaje no es neutro. La realidad es audiovisual, está formada por imágenes y pensamientos en voz alta. Los insultos, las descalificaciones, las frases huecas, la demagogia barata, dejan huella. Y no basta con mirar, hay que ver.
- Si caminas mirando para el suelo, chocarás con la farola. Ninguna burbuja mira hacia la siguiente ni aprende de la anterior, porque su sino es hincharse y volar hasta estallar. Las personas y las empresas que merecen la pena son protagonistas de historias de largo recorrido, tuvieron una visión y caminaron hacia ella. ¿Dónde ha quedado el valor del esfuerzo, del mérito, de las largas trayectorias profesionales?
- El dinero no es fin, sino un medio. Los chinos celebran en abril la fiesta del Qingming o “día de la claridad brillante”, fecha en la que homenajean a sus muertos. De madrugada se dirigen al cementerio, cuyas tumbas son simples montones de tierra dispuestos en hileras; durante la jornada arrancan las malas hierbas y apilan tierra nueva sobre los montículos; finalmente, antes de que caiga el sol, dejan ofrendas en forma de botellas de licor, paquetes de cigarrillos y billetes especiales cuya marca de agua reza: “Banco del Cielo y Cía, S.L.”. Por si acaso el Banco Central del Más Allá no acepta yuanes, los avispados chinos prefieren consumir en vida la moneda de curso legal. El egoísmo actúa como vector de motivación para el desarrollo económico y social, pero cuando se exacerba y deviene en codicia, su valor comienza a ser negativo.
- No hay mayor recompensa que el afecto (y no hay que esperar a recibir para dar). Groucho lo dijo a su modo: “¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?”
Disclaimer: La asunción de las ideas de Perogrullo puede limitar severamente a los futuros directivos la posibilidad de que dar un pelotazo. Consulte antes a su almohada.
Artículo publicado en enero de 2010 en la revista de la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD)
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