No conozco el plan de comunicación de la iniciativa España 2050 impulsada por la presidencia del Gobierno de España. Es más, desconozco si es una iniciativa o un mero documento. En consecuencia, las opiniones que voy a exponer pueden ser superficiales o livianas, dado que se basan solo en los hechos conocidos a través de los medios de comunicación. No obstante, sí puedo juzgar desde mi perspectiva profesional la forma en la que se ha dado a conocer el proyecto auspiciado por la Oficina de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo (por cierto, una denominación que contiene demasiadas explicaciones).

La Oficina de Prospectiva y Estrategia que dirige Iván Redondo, a la sazón jefe del Gabinete de Presidencia, critica el cortoplacismo, cuyo resultado es “una sociedad cada vez más miope”, en el capítulo dedicado a sí misma en la web creada para el lanzamiento de España 2050: fundamentos y propuestas de una estrategia nacional a largo plazo. Y, sin embargo, la presentación de este denso e interesante documento se ha sustanciado con una estrategia de comunicación de corto plazo.

Hasta la fecha la única iniciativa conocida en el ámbito de la comunicación relacionada con el documento ha sido su presentación pública el pasado día 20 de mayo. Se celebró en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y tuvo como principal protagonista al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. También intervinieron el vicepresidente de la Comisión Europea para Relaciones Institucionales y Prospectiva, el eslovaco Maroš Šefčovič; el director de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia, Diego Rubio; la catedrática y coautora del estudio, María Loureiro; y dos representantes de la sociedad civil, Marta Borrell, estudiante de bachillerato y María José Jiménez, jubilada que trabaja como voluntaria en proyectos sociales. A excepción del discurso del jefe del ejecutivo todas las intervenciones pasaron prácticamente inadvertidas para los medios de comunicación.

España 2050 declara dos objetivos: “mejorar nuestra comprensión de los desafíos y las oportunidades sociales, económicos y medioambientales que afrontará España en las próximas décadas; y generar, a partir de un diálogo multi-actor, una estrategia nacional de largo plazo que nos permita fijar prioridades, coordinar esfuerzos y garantizar la prosperidad y el bienestar de nuestra ciudadanía en el futuro”. Es obvio que, en términos de comunicación política, el objetivo real es otro: sacar, al menos por un tiempo, el debate de los lodos del día a día e intentar marcar los temas de la agenda.

Es verdad que la comunicación política está muy enfocada en el rendimiento inmediato y que sus plazos no van más allá de las próximas citas electorales, pero también lo es que la presentación de España 2050 podría haber respondido a esta necesidad sin renunciar a posteriores repercusiones. Para que ello fuese así hubiese sido necesario que el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE hubiera actuado como un mero telonero. Claro está que esta idea es fácil de formular y difícil de llevar a la práctica, ¿pues qué director de comunicación se atrevería a plantearle un cartel así a su jefe?

El protagonismo debería haber recaído en los autores del documento. Un experto o coordinador de cada uno de los nueve desafíos planteados podría haber desgranado las principales ideas de su área para, finalmente, dar paso al discurso político por parte del presidente del Gobierno. Este debería haberse centrado en el tema del epílogo (“redescubrir el optimismo”), en vez de desgranar los desafíos. Porque, en ausencia de los expertos (de poco sirve que algunos se repartieran entre el público), el grueso de la sustancia recayó en dos terceras partes en actores políticos, el director de la oficina y el propio presidente. Un desequilibrio que no pudo ser compensado con las dos intervenciones de atrezo por parte de la estudiante y la jubilada.

El error del discurso de Pedro Sánchez estuvo en convertirse en relator del documento en vez de autor de la España que quiere. Nadie esperaría de él, ni de casi ningún presidente, una intervención técnica, sino un discurso político basado en los tres principios que inspiraron la Ilustración: liderazgo en el cambio, confianza en la ciencia y esperanza en el progreso.

Han sido escasas las voces que han saludado la utilidad del documento. La gran mayoría de los medios de comunicación han escrito que la iniciativa-documento tiene más de show que de business, que es una huida de la realidad y que solo presta un papel al cesarismo del presidente. Estoy seguro de que muchos de los columnistas que se han referido a él ni siquiera han ojeado el documento y se han limitado a comentarlo con la vista puesta en la presentación y el retrovisor en su sesgo político.

Sería imprescindible que Moncloa lograse que, una vez que pase la primera ola de opiniones, los distintos capítulos del documento fuesen materia de debates sectoriales protagonizados por profesionales de la calle, es decir, más allá de las caras visibles del IBEX, algunas de ellas presentes en el Reina Sofía para dejarse ver más que para apoyar la iniciativa. Es sabido que al IBEX no hay gobierno que le guste, sea del signo que sea, porque sus propuestas casi nunca logran el efecto que creen merecer. Ese es el juego de las influencias entre los poderes político y económico, una separación saludable desde el punto de vista democrático, aunque produzca algunas ineficiencias.

Cada capítulo debe tener su propio plan de comunicación. Algo de eso puede intuirse. De hecho, el presidente anunció durante su intervención, que España iniciará «un gran diálogo nacional sobre su futuro» en las próximas semanas: «Será un proceso de abajo a arriba que durará varios meses y que estará abierto a todas las instituciones -públicas y privadas- y a todos los ciudadanos y ciudadanas de nuestro país«.

Las conclusiones de estos debates darán al Gobierno y a su oficina de comunicación una segunda oportunidad para evitar que 2050 sea un auténtico relato más que un cuento que solo dura una legislatura. Y así tendrá sentido el 02 que ilustra el logotipo del documento.

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