16Ago
2022
Escrito a las 12:53 pm

El Gobierno de Pedro Sánchez ha logrado formalmente el sueño de todo comunicador político: que el relato vaya por delante de la realidad. Esta ensoñación se transforma en pesadilla cuando entra en juego el sentido del relato: no es el que se busca ni mucho menos el que le conviene.

La narrativa que angustia al gobierno y que golpea las expectativas electorales del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y sus declinaciones regionales describe a un ejecutivo cuyos socios están descoordinados y enfrentados que es rehén del apoyo parlamentario de partidos independentistas y de extrema izquierda.

La realidad no es ajena a este relato, pero va mucho más allá de los episodios de confrontación y aritmética parlamentaria que jalonan la acción de este gobierno. El ejecutivo de Pedro Sánchez ha lidiado con la primera pandemia que hemos conocido en varias generaciones y se está enfrentando a una guerra en Europa que tiene muchas más implicaciones geopolíticas de carácter global y económico que el conflicto de Los Balcanes. Una de sus consecuencias más dañinas y evidentes es la crisis energética, que sufren especialmente los países europeos, y la aceleración de la inflación, la forma más rápida de hacer más pobres a los pobres.

Aunque la opinión va por barrios y es de naturaleza subjetiva, los organismos internacionales han aprobado la gestión de la pandemia realizada por el Gobierno de España, de cuyo perímetro estatal forman parte las Comunidades Autónomas. De hecho, aunque la cogobernanza fue en sus orígenes una estrategia de comunicación para compartir el desgaste que se presumía que iban a producir los efectos económicos y sociales del coronavirus, respondía a una realidad: si bien el ministerio del mismo nombre tomó algunas decisiones de forma centralizada. las comunidades autónomas tienen competencias plenas en materia de sanidad.

Dada la inexistencia de mayorías claras en el Congreso de los Diputados y la escasa cultura de pactos de Estado que tienen los dos principales partidos en su historia reciente, el gobierno de Sánchez está obligado a llegar a acuerdos con formaciones de carácter nacionalista y regionalista que tienen mala prensa más allá de sus confines geográficos. El bucle es perfecto para alimentar el cuento que le conviene a la oposición encabezada ahora por el PP de Alberto Núñez Feijóo.

Hasta la mitad de la legislatura el gobierno de coalición formado por PSOE y Unidas Podemos había aprobado 47 leyes, de las que 14 son orgánicas, es decir, que requieren una mayoría absoluta para su aprobación. Cada vez que Pedro Sánchez logra sacar adelante una ley o convalidar un decreto-ley, es decir, cada vez que gobierna gracias al apoyo de PNV, ERC, Junts Per Catalunya o Bildu, está engordando la percepción de que está entregado a aquellos que quieren desmembrar España. Las leyes se olvidan pronto, pero el relato permanece.

Desde el punto de vista de la comunicación, el líder del PSOE solo tiene dos opciones: que los hechos adelanten al relato y lo reconfiguren o crear uno nuevo tan poderoso que logre ensombrecer al anterior. Ha optado claramente por lo segundo: echar a volar la historia de un gobierno acosado por los poderosos que defiende a la “clase media trabajadora”. Este sujeto prioritario de las políticas del gobierno está formado en términos generales por todos aquellos que son dependientes de un salario y que pagan impuestos a través del IRPF y el IVA. Un discurso de clase que le ha hurtado a Unidas Podemos y que podría cosechar algunos votos a la izquierda del PSEO y bien pocos a su derecha.

Esta narrativa de tintes populistas pone en evidencia la desesperación del PSOE ante el avance de unas encuestas que llevan al PP en volandas desde que Feijóo instaló su despacho en Génova 13. Sánchez se presenta como el adalid de una batalla épica contra las fuerzas del capitalismo y sus aliados, entre los que se encuentra una armada mediática que tan pronto es vilipendiada por Vox como por Unidas Podemos y ahora también los socialistas. Aúllan, luego cabalgamos, pensarán algunos editores.

Como este nuevo relato necesita hechos, ahí están los impuestos a la banca y las energéticas. La reacción de estas empresas contra la decisión del ejecutivo, siendo legítima, ayuda a consolidarlo. Consciente de ello, el presidente del Gobierno cita por su nombre a los villanos: Ana Botín, Sánchez Galán, Garamendi… Los aullidos de estos sirven al propósito de la visión del pastor acosado por los lobos.

Sánchez recupera así la imagen de rebelde con causa que se labró al ganar la secretaría general del PSOE con la oposición de la mayor parte del aparato del partido. Su “Manual de resistencia” encaja perfectamente en el guion de esta nueva interpretación en la que el héroe se resiste a perder ante el envite de “los poderes ocultos”.

En el PP ocurre justo lo contrario: el relato que va por delante de los hechos es muy favorable para sus intereses. Algunos estrategas deben de estar pensando que lo mejor que le puede ocurrir a Feijóo es que haga lo menos posible, que no se meta en muchos charcos, que eluda la confrontación directa con Sánchez y, en suma, que deje que las percepciones acaben dando forma a la realidad.

El perfil del protagonista está al servicio de esta diégesis: Feijóo se presenta como un paisano de “60 tacos” con experiencia en la gestión pública (Insalud y Correos) y de talante moderado. Frente al idealista rebelde, el gestor previsible. Dado su nivel de conocimiento por parte del electorado, el hecho de que no confrontar con el presidente del Gobierno en el Congreso de los Diputados y reservarse para el más discreto Senado no es un inconveniente, sino una ventaja. Será el propio líder de la oposición quién elija el plató de los debates con Pedro Sánchez y, aún más estratégico, los temas y los tiempos.

Aunque el escenario de esperar a que el enemigo se desangre solo sea atractivo, el presidente del PP debe alimentar con hechos el relato que le favorece per se. Cabe pensar que tiene tiempo al menos hasta mayo de 2023, cuando se celebrarán elecciones municipales y autonómicas en España. Aunque Sánchez ha anunciado reiteradamente que tiene intención de agotar la legislatura, la oportunidad de convocar un superdomingo el 28 de mayo del próximo año haciendo coincidir tres citas electorales será una tentación fuerte.

Mientras tanto y desgraciadamente, los hechos de gobierno y oposición seguirán importando menos que las percepciones. Los sesgos, reforzados por una polarización política cada vez más dañina para la salud de la democracia y la convivencia entre españoles, continuarán conduciendo las opiniones hacia una colisión permanente con una realidad que cada día de los próximos meses será más dura.

Artículo publicado en el diario La Nueva España

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