31Jul
2017
Escrito a las 6:57 pm

La paz (es) interior. «Sombra», de Hernán Piñera. Bajo licencia Creative Commons.

“A los habitantes de Babilonia, [que] contra la voluntad [de los dioses…] un yugo inapropiado para ellos, les permití que encontraran descanso a su fatiga, los liberé de su servidumbre. Marduk, el gran señor, se regocijó con mis [buenas] obras”. Así termina el Cilindro de Ciro, considerada la primera declaración de derechos humanos de la historia.

El cilindro es una pieza de arcilla realizada durante el reinado de Ciro II el Grande y fechada en el año 539 antes de Cristo (a. C.). Actualmente expuesta en el Museo Británico de Londres, está escrita en cuneiforme. En ella el rey repasa sus conquistas y expone una serie de medidas políticas con las que pretende legitimar la ocupación pacífica de Babilonia y ganarse el favor de sus nuevos súbditos. El monarca entiende que su gran aportación es haber traído la paz y la tolerancia religiosa.

La ONU ha traducido el Cilindro de Ciro  a muchos idiomas porque lo considera una referencia básica para entender la historia de los derechos humanos. Dos mil quinientos años más tarde la Carta de las Naciones Unidas, firmada en San Francisco en junio de 1945, consagra la búsqueda  de la paz como la misión más importante de la comunidad internacional. Los firmantes de la Carta reafirman su fe” en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas”. Y, con este fin, se comprometen a “practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos…”.

En ambos casos la apelación a la paz se produjo tras sangrientos episodios bélicos. De hecho, se entiende la paz como la ausencia de conflicto entre pueblos o países. Es conceptualizada como un bien social, común, engendrado en el territorio de la convivencia, allí donde confluyen intereses y puntos de vista diversos que pueden encender la mecha del conflicto y alterar la armonía de una comunidad que se perfecciona a partir del asincronismo de sus componentes.

Sin embargo, ya en el siglo V a. C. Confucio advertía que “si no estamos en paz con nosotros mismos, no podemos guiar a otros en la búsqueda de la paz”. El filósofo chino ponía el foco en el interior, en ese espacio donde los valores del alma rozan con los instintos de la consciencia y generan ondas que alcanzan a los que nos rodean. Las ondas serán pacíficas si estamos en paz con nosotros mismos y serán belicosas si transmiten las irritaciones o enojos que anidamos.

No hay camino para la paz, la paz es el camino”, sostenía Gandhi. La paz es un camino que se recorre desde el interior de la persona. Su principio está en los principios, los valores que guían nuestras conductas, recorre los meandros en los que remansan las aguas de las acciones cotidianas  y desemboca en el océano que forman las relaciones con los otros.

La paz se crea, se genera y se transmite. Es contagiosa, aunque también la guerra lo es. La calma de nuestro espíritu exige un propósito, saber que el camino está unido a un destino, a una forma de entender la vida propia en comunidad con la de los demás. Navega en la visión que hemos de tener de nosotros proyectada desde los valores hacia los futuros posibles.

La paz se alimenta de la convicción y crece con la coherencia. Hacer lo que uno dice que va a hacer y hacerlo permite al individuo conciliarse con su propósito a través del lenguaje. Antes de declarar la paz, hemos de declararla a nosotros mismos, despegar los conflictos que están adheridos a nuestro interior y limpiar nuestro subconsciente. Ese difícil diálogo con uno mismo que tantas veces eludimos.

Los rencores deben irse río abajo. Las preocupaciones han de convertirse en ocupaciones para superar los obstáculos. Los problemas tienen que ser vistos como desafíos, hitos en el camino hacia esa paz interior que fluye cristalina a través de los propósitos, las buenas acciones y los pensamientos positivos.

Mi paz no es solo mía, es la calma que transmito a los demás. Cuando somos dueños de nuestra paz interior la compartimos de forma natural. Estar en paz con uno mismo libera tiempo y pensamiento para dedicárselo a un mundo que se desangra en guerras iniciadas por personas que son incapaces de encontrar su paz interior.

Cuida tu paz y tu paz cuidará de ti.

 

Artículo publicado en Sitiocero.net

Un comentario

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Juan Ramón Plana Pujol
04.08.2017 a las 09:18 Enlace Permanente

Siempre brillante y hoy además aportando paz…sin ella, como sin salud y sin agua no se puede avanzar.

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