14Abr
2012
Escrito a las 4:52 pm

Durante muchos años el enorme prestigio atesorado por el Rey por su proceder en el 23F y el comportamiento de la Familia Real como una familia casi real han operado como un escudo reputacional frente el empuje del republicanismo, una fórmula de organización del Estado que navega con el viento a favor de los tiempos. Sin embargo, los últimos episodios que tienen como protagonistas a distintos miembros de la Familia Real han recortado sustancialmente la reputación de La Corona y de sus representantes y resultan una amenaza para la continuidad de la institución a medio y largo plazo.

La conducta «no ejemplar» de Iñaki Urdangarín es, sin duda, la circunstancia más grave para la percepción que los españoles tenemos de la Casa Real. A ella se ha sumado recientemente el accidente de Felipe Juan Froilán, amplificado con humor en las redes sociales, y la reciente intervención quirúrgica a la que se ha visto sometido el monarca tras una «caída accidental» en un viaje privado a Bostwana, donde muy probablemente practicó su deporte favorito: la caza mayor.

El juicio a las actividades empresariales de caráter privado-público desarrolladas por el duque de Palma constituyen la amenaza más grave para la percepción de La Corona. En primer lugar, porque no es una circunstancia, sino un caso, y como tal tiene un largo recorrido judicial y mediático. En el ‘caso Urdangarín’ concurren ingredientes muy corrosivos para la imagen de la institución y de la familia que la representa: la tradición picaresca española, la cultura del pelotazo y la pasión por las celebrities. Una línea de defensa basada en culpar al socio y alegar desconocimiento de las actividades no contribuye precisamente a demostrar la nobleza del marido de la infanta Cristina.

El accidente del hijo mayor de la infanta Elena y Jaime de Marichalar en la finca que la familia paterna tiene en Soria es una anécdota. Aunque las anécdotas tienen un enorme poder de comunicación, el daño no va más allá de subrayar la pasión cinegética de algunos miembros de la realeza, una actividad que distancia a los Borbones del común de los españoles. Incluso aunque el accidente se transforme en un incidente con consecuencias judiciales (los menores de 14 años tienen prohibido el uso de armas de fuego), el daño de la involuntaria travesura de Felipe Juan Froilán  es, como el arma con la que se disparó, de pequeño calibre.

Sin embargo, la enésima noticia relacionada con las actividades cinegéticas del Rey es, como el rifle que se utiliza para cazar elefantes, un disparo de grueso calibre hacia la reputación de la Familia Real española, no tanto por el hecho en sí mismo, sino por el momento de profunda crisis económica en el que se ha producido. Un mero vistazo a las redes basta para constatar que la opinón pública entiende que cazar paquidermos o lo que sea en Bostwana no es una «conducta ejemplar» cuando la economía española se encuentra la borde de la intervención y el desempleo golpea más fuerte que nunca.

Imagino que los Príncipes de Asturias estarán seriamente preocupados por la evolución de los acontecimientos. No en vano de cómo se gestione la crisis reputacional del presente dependerá la herencia que recibirán en el futuro. Estoy convencido de que, ya sea por obligación o por convicción, los Príncipes sabrán otorgar a la comunicación la relevancia estratégica que tiene para la Monarquía. Una función cuya misión principal es conectar a la institución que ejerce la jefatura del Estado con el estado de los ciudadanos, de tal forma que los españoles nos sintamos representados por una familia que, no siendo como la nuestra, se parece mucho porque siente, piensa y se comporta igual o mejor que ella. Y cuando lo hace peor es como consecuencia de un hecho coyuntural, no de una conducta estructural.

Esta forma de entender la reputación de la Casa Real requiere que el responsable de comunicación no sólo conozca la agenda, sino que intervenga en ella; que no se limite a distribuir los discursos, sino que participe en su redacción; y lo que es más importante, que ayude a los Príncipes a construir el Reino que desean compartir con sus ciudadanos, que no súbditos.

En la recámara de la imagen de la monarquía quedan muchas balas. De hacia dónde se apunte dependerá que el tiro salga por la culata, autolesione a la institución o acierte en la diana de su sostenibilidad.

 

 

8 comentarios

001
Ángela Medrano
14.04.2012 a las 19:32 Enlace Permanente

Me gustaría tener nuestros blogs vinculados. Te invito a leerme desde nuestra web.
Saludos.

Ángela.

002
Manuel Juliá
15.04.2012 a las 06:49 Enlace Permanente

José Manuel, de acuerdo no creo ni en la infabilidad del papa ni en la impunidad del rey. Un gran abraza

003
Carlos Sánchez Olea
15.04.2012 a las 15:20 Enlace Permanente

Josë Manuel, enhorabuena por tu artículo, tanto por su oportunidad como por el contenido del mismo. La reputación es un activo imprescindible para la legitimación y subsistencia de cualquier organización social, que se nutre de los sentimientos más nobles de las personas, tales como: la admiración, la emulación, el respeto, la estima, la identificación y la emoción. Y la actuación de S.M. El Rey se aleja de los sentimientos existentes actualmente en la sociedad española.
Coincido contigo en que el responsable de la comunicación, no sólo debe «trasladar información con intencionalidad», esto es comunicar, pero voy un poco más allá. lLa reputación requiere una gestión proactiva, que significa conocer previamente las consecuencias de una actuación a realizar, para en su caso evitarlas. Ello reclama una gestión que sobrepasa el contenido del responsable de comunicación, porque el valor que traslada, el interés que suscita y las emociones que provoca la Monarquía como Institución, requiere una gestión estratégica de la reputación, para conocer el contenido de la misma y su significado, y sólo a partir ese conocimiento es posible advertir de la consecuencias antes de realizar las acciones.

004
JMV
15.04.2012 a las 21:27 Enlace Permanente

Carlos, estoy de acuerdo contigo en que el futuro de la monarquía depende en buena medida de las conductas que acrediten sus miembros, de las cuales forma parte intrínseca la comunicación. Si esta última es entendida y gestionada como una herramienta, su aportación será meramente táctica. Sin embargo, en la concepción estratégica de la función que tú, la asociación y yo defendemos la comunicación es un espacio de gestión que incide en las conductas, modifica las percepciones y cataliza sentimientos.

005
Aurora Pimentel
18.04.2012 a las 09:25 Enlace Permanente

¿Y si, más allá de comunicar, hubiera que ser…? ¿Y si, precisamente como el país, lo importante fuera ser … honrado, sobrio, etc… para luego comunicarlo? ¿Y si la comunicación estuviera al servicio de la verdad, de lo que se es, y no de la apariencia? Son solo ideas. Cuando nos importa más la reputación, el efecto, que lo que se es… se acaba pagando estos precios.
Hasta hace unos meses casi… silencio, ovación incluso al rey en el congreso. Y ahora se ha abierto la veda… En fin. Creo que el tema es más que de reputación y comunicación al respecto, de ser… las entidades, las instituciones y las personas. Menos preocupados por cómo comunicar y más por lo que hay por dentro, de verdad, menos por vestir … al rey o a quien sea, y más por la esencia. Lo siento.

006
JMV
18.04.2012 a las 21:44 Enlace Permanente

Completamente de acuerdo contigo, Aurora. Nada mejor que la verdad y una buena conducta para comunicar con los hechos y las obras.

007
Tomas Fernandez
20.04.2012 a las 20:24 Enlace Permanente

Me habían llegado rumores de que andabas buiscando un hueco en el PSOE. Ahora veo que no, que estás por suceder a Ayuso, y cuanto antes!

008
JMV
22.04.2012 a las 20:59 Enlace Permanente

Tomás, sólo aspiro a sucederme a mí mismo todos los días…

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