Una comunicación eficaz requiere cuatro ingredientes básicos en el corto plazo: un hecho interesante, unos personajes atractivos (hasta los monstruos lo son stricto senso), un relato consistente e iniciativa. En el largo plazo hay que añadir otros dos ingredientes que resultan críticos para la credibilidad y pervivencia del comunicador: verdad y coherencia. Es decir, es posible comunicar con éxito en el corto plazo incluso renunciando a la verdad, pero es imposible hacerlo en el largo porque la ley de la gravedad es realmente tenaz con la mentira.
La estrategia del extesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas, responde a sus necesidades en el corto plazo y está siendo muy eficaz porque los hechos que transmite a través de los medios de comunicación son interesantes, los personajes juegan en la primera división de la notoriedad pública, su relato es estremecedor y se apoya en pruebas gráficas aparentemente sólidas y, sobre todo, es él -o cree que es él- quién lleva las riendas del proceso. Estamos ante una estrategia meramente informativa, que consiste en la emisión de los capítulos de una serie en la que se mezclan verdades y mentiras, intereses personales y colectivos y tácticas de defensa jurídica con acciones de marketing periodístico. El tiempo determinará cuál es el porcentaje de unas y otras, de unos y otros, de tal suerte que la perspectiva situará a los personajes de este episodio ante el juicio legal, moral y reputacional correspondiente. Es evidente que en el largo plazo el extesorero del PP será condenado a la cárcel del descrédito, donde convivirá con otros personajes de la triste historia de la corrupción en España que pensaron también que el dinero era una caja fuerte para su impunidad.
En cualquier caso, la clave de Bárcenas es que es él quién lleva la iniciativa. Así ha sido prácticamente desde el principio de su implicación en el trama Gürtel. El Partido Popular primero y el Gobierno después han ido muy a rebufo de los acontecimientos. Bárcenas hace las preguntas y los aludidos apenas balbucean las respuestas. Partido y Gobierno deben dejar de pensar en el corto plazo, el tiempo del hacendado (que no hacendoso) extesorero, y establecer una estrategia de comunicación para el medio y el largo, para su tempo. El medio plazo es el tiempo que resta de legislatura; el largo es el relato que trascienda de su etapa al frente del ejecutivo.
El primer movimiento estratégico debería ser separar con claridad la comunicación del partido de la del gobierno. La formación política tendría que emplearse a fondo en combatir las verdades y mentiras del innombrable que dejó de serlo. A las verdades ha de contestar con explicaciones; a las mentiras, con demandas judiciales. El segundo movimiento es que el ejecutivo de Mariano Rajoy utilice la enorme capacidad que un gobierno tiene para marcar la agenda informativa. Bien lo sabía Miguel Ángel Rodríguez, secretario de Estado de Comunicación en la época de José María Aznar, quien siempre prefería pasarse de largo que quedarse corto. La ocupación del espacio era su mejor estrategia en una época que no contaba con la dificultad añadida de las redes sociales, de tal forma que podía concentrarse en los medios convencionales, básicamente en la televisión por el tamaño de sus audiencias.
Solo el tercero es reactivo: esperar a que la justicia siga haciendo su trabajo y sitúe a Bárcenas ante el cadalso de sus delitos. El Partido Popular de María Dolores de Cospedal y el Gobierno de Mariano Rajoy deben tomar la iniciativa para evitar que sean Luis Bárcenas y sus compañeros de viaje quienes establezcan la agenda. No se trata de responder, sino de anticipar. No estamos ante un ejercicio informativo, sino ante la necesidad de una estrategia de comunicación que tenga como destinatario a un país que atraviesa la crisis económica y moral más profunda que recuerda, al menos las generaciones posteriores a la guerra civil. En juego está algo más que la estabilidad de un gobierno, argumento válido pero no suficiente. Nos jugamos la reputación política, social y económica de nuestro governance.
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3 comentarios
Una comunicación eficaz requiere cuatro ingredientes básicos en el corto plazo: un hecho interesante, unos personajes atractivos (hasta los monstruos lo son stricto senso), un relato consistente e iniciativa. En el largo plazo hay que añadir otros dos ingredientes que resultan críticos para la credibilidad y pervivencia del comunicador: verdad y coherencia. Es decir, es posible comunicar con éxito en el corto plazo incluso renunciando a la verdad, pero es imposible hacerlo en el largo porque la ley de la gravedad es realmente tenaz con la mentira.
Hiede y da nauseas este asunto de Bárcenas.
Y ya no sabemos qué es peor; los zafios cohechos o la estupidez de haber permitido que salgan a la luz.
Pobre país el nuestro si los del PP son en teoría los políticos más preparados y cualificados…
Que Dios nos ampare
Los papeles de Bárcenas y la agenda del Gobierno | Fabulas de Comunicación | JM Velasco, interesante. Me encanta vuestra web.
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