Reproduzco a continuación el discurso que pronuncié con lágrimas en los ojos y la voz quebrada en la entrega del primer premio de comunicación Ricardo Pereda, un amigo del alma, en el excelente evento organizado para la ocasión por la delegación de Aragón de la Asociación de Directivos de Comunicación (Dircom).
«Muchas gracias por invitarme a este homenaje, más que merecido, a Ricardo Pereda, de quien podía decir con orgullo que me sentía amigo, me siento amigo. Quiero agradecérselo especialmente a Mariola Conde porque sabe que tenía una relación de mucha complicidad con Ricardo.
He sido educado inconscientemente en el control de las emociones. Y las emociones no se pueden controlar, como mucho se pueden gestionar. Recuerdo que al final del proceso de formación en coaching ejecutivo mis compañeros de promoción me regalaron un curso para expresar más y mejor mis emociones, pues, en general las intento ocultar. En ese curso de gestión de las emociones aprendes que no hay que empeñarse en contener las emociones (realmente es un ejercicio inútil, porque, como mucho, se embotellan, pero no desaparecen), que no hay que empeñarse en positivar las emociones (realmente es llamarse a engaño) y que lo que hay que hacer es gestionar las emociones, sobre todo, ver qué te pasa con ellas.
Si no aplicásemos estas enseñanzas nos empeñaríamos en hacer de este recuerdo un acto alegre. No nos engañemos, recordar a Ricardo nos produce tristeza, mucha tristeza. Como lo sabemos y lo admitimos, gestionemos esa tristeza y pensemos qué podemos hacer con ella.
Lo primero que hemos de hacer es expresar la emoción que hoy prevale aquí, que es el cariño hacia Ricardo, un afecto compartido por muchos, que podemos sentir entre nosotros ahora. A mí siempre me ha costado decir “te quiero”. Por eso, hoy lo voy a decir alto y claro: “Ricardo, te quiero, te queremos y te echamos mucho de menos”.
Lo segundo que podemos y debemos hacer es sacar provecho de ese recuerdo triste. Ricardo no hablaba mucho, pero cuando lo hacía era para exponer ideas tejidas con la consistencia de un pensamiento analítico. Era un hombre cabal, que hacía lo que predicaba sin predicar demasiado lo que hacía. Se hacía escuchar porque su objetivo no era tanto convencer como entender y ser entendido. No era timidez, sino una prudencia comparable a la calidad de su criterio profesional.
Por eso, hoy quiero recuperar una parte de las enseñanzas de Ricardo a partir de algunas frases suyas:
En la comunicación hay mucho creyente y poco prácticamente«. Era su su frase más conocida, que suscribimos todos.
No tenemos que vencer a otras funciones, sino convencer a los empresarios de que la comunicación aporta valor».
La queja no es pensamiento crítico».
Soy incapaz de entender el periodismo deportivo del siglo XXI, ese para el que es noticia que la selección de fútbol llegue a España. Lo que sería noticia es que no hubieran llegado«. Periodismo y deportes eran una constante en la vida de Ricardo.
Si su estrategia de comunicación tradicional no funciona, intente contratar a narradores profesionales de historias. Tan sencillo como imposible de entender por muchas organizaciones». He aquí el Ricardo corporativamente reivindicativo.
La caída de la confianza en gobiernos, empresas y medios de comunicación amenaza la reputación corporativa».
¿No hay fútbol? Maldito gobierno…» Aquí afloraba su fino humor.
Ya era hora de que alguien lo dijera: escribir mal destroza la productividad».
Comunicación en el siglo XX: que no hablen mal del jefe o de la organización. Comunicación siglo XXI: que el jefe o la organización no hagan cosas que provoquen que hablen mal de ellos con motivo».
El FactorXComunicación es la humildad. Por su escasez y porque sirve para todo: para escuchar, para dirigir, para equivocarse y, en especial, para acertar».
Cuando terminé de recopilar las sentencias de Ricardo, pensé: ¿qué frase trenzaríamos juntos si fuésemos capaces de encontrarnos de nuevo? Y, por eso, imaginé ese ejercicio allá en el cielo, me senté mentalmente con Ricardo, charlé con él y entre los dos alumbramos el siguiente pensamiento:
Si sientes que no tienes nada que decir es que no tienes nada que contar; y si no tienes nada que contar es que no cuentas para tu organización«.
Lo tercero es agradecer a Ricardo todo lo bueno que hizo, en nuestro caso todo lo bueno que hizo por la profesión.
Siempre he pensado que no fuimos Sebastián Cebrián y yo quienes convencimos a Ricardo para que integrase la asociación de comunicadores de Aragón en una delegación de Dircom, sino él quien nos convenció a nosotros de que era posible. Solo él, con su bonhomía y verbo fácil, era capaz de convencer a sus compañeros de que disolviesen su meritoria asociación para formar parte del proyecto nacional que impulsaba Dircom. Lo hizo y desde entonces ha liderado la gestión de una delegación ejemplar, que ha contribuido al engrandecimiento de nuestra profesión más allá de los límites del reino de Aragón.
Y, finalmente, hemos de reforzar el compromiso con las ideas de Ricardo, que compartimos, y continuar su labor, que no tiene fin. Como él hubiese querido. De hecho, todos los lunes publicaba una canción en Twitter. La última fue una canción de Gino Paoli titulada “Senza fine” (Sin fin).
Ricardo me contó una vez que su hija le había preguntada repentinamente:
– Papá, ¿qué hay después del cielo?”
– Pues más cielo, cariño. Fue su respuesta.
El cielo no se acaba nunca para las buenas personas. Escuchemos ahora la canción de Gino Paoli y recordemos a Ricardo».
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