07May
2014
Escrito a las 6:11 pm
Miles de smartphones son preparados para captar el momento del alumbrado de la Feria de Abril en Sevilla. Fotografía de José Manuel Velasco

Miles de smartphones son preparados para captar el momento del alumbrado de la Feria de Abril en Sevilla. Fotografía de José Manuel Velasco

Esta fotografía es un tweet en sí misma. Fue tomada el martes día 6 de mayo a las 00.00 horas, justo cuando se realizaba el alumbrado de la portada de la Feria de Abril en Sevilla. Miles de personas se agolpaban en las calle aledañas al recinto ferial a la espera del espectacular encendido de 236.000 bombillas (24.000 en la portada), el bautizo luminoso de una semana de fiesta. Si eran miles los que esperaban, eran miles también los que blandían sus móviles para captar el momento del alumbrado, sobre todo para poder compartirlo inmediatamente. Era una multitud on line.

Reconozco que yo me disponía a hacer lo mismo, pero me di cuenta del bosque de móviles que acaba de brotar por encima de las cabezas de la muchedumbre y entonces decidí modificar el ángulo del enfoque. Lo realmente extraordinario no era la explosión de luz que estaba a punto de producirse, sino la actitud colectiva de miles de personas dispuestas a ver el acontecimiento a través de una pantalla de menos de diez pulgadas. La realidad enmarcada y comprimida en unos cientos de kbytes y lista para ser distribuida entre amigos virtuales, algunos de ellos incluso de carne y hueso.

Yo mismo me perdí la visión esférica del encendido. A cambio sentí que había sido capaz de captar la esencia de la nueva era digital de la comunicación: vivimos en una comunidad que es capaz de sentir sin ser sentida, predispuesta a comunicar sin que haya comunicación, enganchada a una red sin ni siquiera saber hasta donde alcanza; una colectividad que incluso renuncia a ver para ser vista.

En esta sociedad postmoderna cuya modernidad es aún un misterio por desentrañar, la colectividad se forma por la suma de individuos que quieren reafirmarse, pero sobre todo por sus conexiones, muchas de ellas ciegas y anónimas. Las redes que inconscientemente se forman contienen una enorme capacidad de comunicación. Los profesionales de la comunicación, convencidos nuestra responsabilidad como gestores de un futuro que se resiste a desatarse de su pasado, debemos desarrollar la mejor de nuestras habilidades para evitar que ese caudal de emociones, deseos, sentimientos y afectos se pierda en los agujeros negros de la irrelevancia.

Cuando renuncias al directo de un acontecimiento a cambio de retransmitirlo la recompensa no puede ser solo una cosecha de vanidad servida en Me gusta’s y retweets. En este bosque de móviles cada árbol hunde sus raíces en la tierra de sus afectos. Las hojas que cubren el suelo tras un infinito otoño digital habrán de convertirse en el humus de una sociedad mejor, más justa, más equilibrada. De lo contrario, los miles de fotos y vídeos que circularon por la red, incluida mi fotografía, se convertirán en residuos de una noche de primavera difícil de reciclar.

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