Hacía tiempo que no leía algo tan profundamente revolucionario. Cuando culminé su lectura por primera vez sentí que me hallaba ante un yacimiento de ideas casi inagotable acerca del poder de la comunicación. Poco a poco, cada que vez que consultaba sus páginas, intuí que el autor no pretendía convencerme de la bondad de sus tesis, sino despertar en mí la utopía, adormecida por las comodidades de la burguesía del desarrollo, pero también amenazada por una crisis ideológica que Francis Fukuyama bautizó como «el fin de la historia«.
Mauricio Tolosa (1) es chileno, nació en Punta Arenas, ha vivido en Santiago, París, México DF, Bangalore, Panamá y Managua, ha trabajado para los pobres y para algunos ricos, y se define profesionalmente a sí mismo como un apasionado de la comunicación. En 2012 publicó en versión digital «Comunidades, el desplome de las pirámides«, un ensayo no muy extenso, pero sí tremendamente intenso en su cuestionamiento de una sociedad que, en vez de encontrar la unión natural a través de la comunicación, consustancial a la vocación colectiva del ser humano, fomenta el desencuentro entre individuos.
«Con la aparición del lenguaje se manifiesta la consciencia de ese ‘estar juntos’. Hace más de 5.000 años los pueblos indoeuropeos llamaron «ko» a ese vivir juntos. «Ko» nos hizo posibles y es el inicio de muchas de las palabras que describen actividades vinculadas a nuestra supervivecia: colaborar, conocer, coito, conservar, comer…«. Así arranca «Comunidades, el desplome de las pirámides», una obra que derrumba la visión que nuestras sociedades tienen del ejercicio del poder y critica abiertamente el colaboracionismo de los medios de comunicación, especialmente de la televisión, «la pantalla que mece la cuna«.
«El poder vertical y autoritario«, asegura Mauricio, «no se ejerce solo desde la cima de la gran pirámide. Esta se sostiene sobre todas las estructuras, organizaciones y comunidades más pequeñas que se multiplican hacia abajo, produciendo la lógica piramidal«. A su juicio, la solidez de la gran pirámide se sustenta «en la capacidad de los pequeños líderes de administrar y controlar la verticalidad de la palabra en sus respectivas comunidades«. Y ahí radica la fuerza de la televisión, capaz de llegar directamente desde la cima del poder hasta el último ciudadano.
La televisión es vista por el autor como un rectángulo radiante que establece los márgenes del mundo y «orienta y controla tanto la agenda pública como la conversación privada, valida y legitima instituciones de gobierno y conductas familiares, propone los estilos de vida y de consumo, define la cultura de la nación y la entretención de sus ciudadanos«.
En su reivindicación de un papel más activo para la sociedad formada por individuos con capacidad de generar diálogo, Tolosa propone: «La conversación sobre los medios de comunicación tiene que dejar de ser terreno exclusivo de los especialistas y ocupar un espacio central en la agenda de cualquier movimiento ciudadano o político que aspire a transformar y mejorar el mundo«.
La tesis central que se infiere de su obra es que esa realidad vertical, fuertemente jerarquizada, tradicional, en la que el poder es piramidal y se ejerce en cascada, convive con una nueva realidad, eminentemente digital, construida desde abajo, informal y difícil de aprehender. Esa nueva realidad provoca el vértigo de los dirigentes, quienes han nacido, crecido y envejecido a la sombra de los periódicos de papel, cuya influencia declina en tanto transforman su modelo de negocio sumergiéndose en la red.
Los profesionales de la comunicación tenemos la oportunidad y la responsabilidad de ser líderes en el período de transición entre dos realidades que no son excluyentes. La sociedad seguirá necesitando orden y jerarquía; y los jerarcas deben comenzar a escuchar la opinión de la sociedad, que se manifiesta individual y tendencialmente más allá de los medios convencionales.
La mera idea de que el mundo que conocemos está cambiando, de que ya ha cambiado, es en sí revolucionaria, sobre todo tras un largo período de letargo por el exceso de comodidad, inmovilismo, insolidaridad y, en el fondo y en la forma, de gran incomunicación.
«Algunos días, todo pareciera señalar que nos adentramos en épocas aún más sombrías y autoritarias. En otras jornadas, parecieran multiplicarse los signos que anuncian que ya caminamos hacia una humanidad más luminosa. De nuestra decisión de comunicarnos, de constituirnos y ser juntos intercambiando –komein– dependerá el mundo hacia el cual nos movamos«. Así concluye un libro que es alimento básico para el alma de todo comunicador que no renuncie a la utopía.
(1) Mauricio Tolosa (@mautolosa) es habitante de Sitiocero, conversaciones sobre y desde la comunicación.
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