14Jul
2012
Escrito a las 11:36 am

El río Caño Cristales (Colombia) está considerado el más bonito del mundo. La transparencia de sus aguas permite ver los colores de sus fondos cargados de coloridos minerales.

La voluntad, esa fuerza que Albert Einstein consideraba “más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica” radica en el cerebro y tiene componentes químicos y psicológicos. De hecho, estudios científicos han descubierto que la motivación depende de la zona del cerebro en la que se segregue una mayor cantidad de dopamina. Así, las personas diligentes liberan esta hormona que actúa como neurotransmisor en el estriado y en la corteza prefrontal ventromedia; sin embargo, en los individuos con menor voluntad la liberación se registra en la ínsula, zona en la que residen las emociones y la percepción del riesgo.

En suma, la voluntad humana tiene un componente genético, como la felicidad, pero también depende de la expectativa de recompensa y ésta, a su vez, está relacionada con las experiencias registradas. Como en el comportamiento humano no cabe resignarse al influjo de la química o de los genes, la educación es la herramienta determinante para incrementar la fuerza de voluntad de las personas.

Los abusos que la crisis económica ha dejado al descubierto han incrementado la demanda de transparencia, esa propiedad de la materia que la sociedad desea aplicar no sólo al ejercicio de los poderes públicos, sino también de las actividades privadas. Consciente de tal reivindicación social, el gobierno de Mariano Rajoy está tramitando una Ley de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno, actualmente en fase de anteproyecto.

La ley es un buen principio para actuar sobre la química de los ciudadanos, pero es imprescindible también hacerlo en su psique para lograr que la transparencia no dependa sólo de la cantidad de dopamina que produzca el temor al castigo por violar la ley, sino de la convicción de que el hecho de compartir información facilita la convivencia.

La transparencia deber ser una actitud para todo tipo de organizaciones. Entendida como exigencia o precepto legal está condenada a convertirse en una commodity normativa, un trámite que hay que superar para preservar la intimidad corporativa. En consecuencia, hay que convencer a los poderes públicos y privados de que el ejercicio de la transparencia no sólo es un antídoto contra las conductas indebidas, sino una oportunidad para generar valor en forma de credibilidad, confianza, respeto y compromiso.

Los profesionales de la comunicación tenemos que elegir entre portar la bandera de la transparencia o escondernos tras ella. Hasta la fecha la mayoría de las organizaciones, al entender la transparencia como una exigencia legal, han preferido caminar en la retaguardia a la espera de que la vanguardia les indicase el camino más corto, no el más recto. Ahora, en una sociedad que cada vez perdona menos el exceso y que presiona más para que se endurezcan las penas al infractor, los comunicadores tenemos que forzar la voluntad para convertir en ‘no noticia’ lo que hoy sí lo es.

Quien tiene la voluntad tiene la fuerza”, decía Meandro de Atenas. Hoy, quien apuesta por la transparencia tiene la voluntad de contribuir a la creación de una sociedad más justa y próspera. La dopamina hará el resto.

 

Artículo publicado en el número de julio de la revista Ethic

2 comentarios

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Luisa Alcalde
15.07.2012 a las 18:07 Enlace Permanente

No conocía la frase de Einstein, pero la suscribo por completo.

Igual que suscribo que la transparencia debería ser el caldo de cultivo de los dircom, sin embargo en ocasiones desde la cúpula de nuestras empresas u organizaciones se nos exige manipular la verdad, lo que confiere un flaco favor a la imagen que damos de nuestra profesión.

No obstante, la crisis está cambiando las normas del juego y todo está en cuestión, nada es inamovible; por eso la tradicional filosofía de muchas organizaciones y compañías más cercana al oscurantismo trasnochado que a la transparencia deberá mudar si quieren sobrevivir en un mundo diferente.

Creo, como tú, que la función de comunicar ha de parecerse a un río de aguas cristalinas en constante fluir. Ese es el terreno de los dircom y no nos asusta navegarlo, aunque a veces tengamos que echar mano de nuestra fuerza de voluntad, de la que hemos echo gala con frecuencia al perttenecer a una profesión hasta hace poco denostada.

002
Lidia
16.07.2012 a las 15:59 Enlace Permanente

La transparencia es una palabra demasiado «pura» o «utópica» como para poder proyectarla en un entorno empresarial o institucional hoy en día…. Pero, como tú dices, confiemos (yo soy excéptica) en la dopamina de nuestros líderes.

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