11Jul
2012
Escrito a las 11:10 am

Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón, director de la Real Academia de la Historia, argumentaba en una conversación reciente que uno de los problemas de España es que carece de una moral laica. A su juicio, la amoralidad se ha instalado en la vida cotidiana esencialmente por dos razones: la debilitación del miedo al castigo y la ausencia de códigos de referencia sustitutivos del dogma religioso.

El marqués de Castrillón me contó que, por su condición de historiador, había sido invitado en muchas ocasiones a asistir como testigo en la firma de testamentos. A menudo el testador reservaba una cantidad para deudas que aún siendo contraídas en vida pudieran aparecer tras su fallecimiento. Cubría así el riesgo de quedarse en el limbo pendiente de la restauración de su virtud, porque, según la moral católica, la pena sólo es absuelta cuando se devuelve el dinero. No es suficiente el arrepentimiento o el perdón. Trascurrido un tiempo sin que apareciese acreedor alguno, tal dinero solía desembocar como donación en la institución religiosa de turno.

El infierno ha sido una expectativa de castigo muy real desde el reinado de los Reyes Católicos hasta la restauración constitucional en 1978, cuando los españoles votaron a favor de una Carta Magna que sancionaba el carácter aconfesional del Estado. El temor al fuego impenitente del averno actuó durante muchos siglos como freno para los comportamientos pecaminosos, cuya contraparte eran las virtudes contenidas en el catecismo católico.

El tránsito desde una sociedad muy condicionada por la moral religiosa a otra carente de referencias éticas sólidas ha sido vertiginoso. Tanto es así que en abril de 2007 el papa Benedito XVI se vio obligado a resucitar el infierno. En contra de la política de comunicación de Juan Pablo II, quien definió el infierno no como un lugar, sino «la situación de quien se aparta de Dios«, Ratzinger aseguró entonces que «el infierno, del que se habla poco en este tiempo, existe y es eterno». El pontífice alemán pretendía así combatir el relativismo y la laicidad crecientes en Europa y muy especialmente en los países del sur, hasta entonces la principal reserva del catolicismo romano.

El infierno ya no asusta (fotografía de Antonio Marín Segovia)

Me temo que la recuperación del infierno llega un poco tarde. Incluso en el islam ‘los mártires’ son recompensados con el paraíso, donde pueden llegar a esperarles hasta 72 vírgenes. Lucifer ya no nos asusta. Le hemos visto tantas veces ganando juicios por defectos de forma o librándose del cumplimiento de penas por prescripción del delito que hemos caído en el descreimiento. De hecho, si fuese cierto que las deudas no saldadas condenan al deudor al fuego eterno, la morosidad estaría muy por debajo del 8,5% que reconoce la banca española.

Sin miedo a las consecuencias del pecado ni códigos éticos alternativos, la sociedad española navega en un desgobierno moral cuyo único timón es lo-que-nos-convenga-en-cada-momento. De acuerdo con la tesis del asturiano Gonzalo Anes, sería esencial construir una moral laica, compatible con la de aquellos que conservan sus convicciones religiosas. El nuevo código ético colectivo debe ser proyectado mediante modelos de referencia, que no son precisamente los que ahora ocupan el prime-time del medio masivo por excelencia, la televisión.

El gran desafío de los profesionales de la comunicación es pasar de un modelo que se ha limitado a la transmisión de mensajes y a la generación de percepciones, que podríamos denominar de «gestión de la imagen», a otro que comparta valores mediante la acreditación de las conductas. En este contexto profesional, tenemos que comportarnos como promotores de un nuevo credo social basado en la verdad y en la coherencia. Si no asumimos esta responsabilidad, los compañeros del futuro nos negarán el cielo de su reconocimiento.

6 comentarios

001
Angel Herrera
11.07.2012 a las 11:30 Enlace Permanente

Solo puedo decir y creo que esta muy acorde con el titulo,AMEN hermano AMEN

002
marcela
11.07.2012 a las 11:44 Enlace Permanente

me parece muy loable el planteo del papel propuesto para los comunicadores frente a esa problematica, sin embrago poco puede hacerse si el cliente no comparte el mensaje; el comunicador estaria proponiendo algo que el cliente no respaldará en los hechos.

003
Luisa Alcalde
11.07.2012 a las 12:02 Enlace Permanente

Creo en el compartimiento ético y responsable de las personas como algo innato, casi como un acto reflejo, asimilado en muchas ocasiones de forma inconsciente a través de la educación y la pertenencia a un grupo social.

Si se cumple con unos valores morales con el objetivo de obtener un reconocimiento, me deja de interesar y pierde credibilidad.

Por eso, prefiero pensar que actuaremos de manera ética porque es nuestra responsabilidad, perdiendo el miedo al infierno de las presiones y sin tener como meta el cielo del reconocimiento para satisfacer nuestra vanidad.

004
Miguel
11.07.2012 a las 12:04 Enlace Permanente

La moral o la ética debe ser por convicción, no por miedo a un castigo o al infierno. Eso no seria moral o ética, a eso se le llama obediencia.

Cuandomlas cosas se hacen por obediencia y no por coherencia, siempre hay alguién que intentará saltarse las normas en las que no cre.

005
JMV
11.07.2012 a las 12:50 Enlace Permanente

Querido Miguel, el problema surge cuando la obediencia no es sustituida por la convicción o por la coherencia.

006
lidia
13.07.2012 a las 14:26 Enlace Permanente

ME ENCANTA!!: «De hecho, si fuese cierto que las deudas no saldadas condenan al deudor al fuego eterno, la morosidad estaría muy por debajo del 8,5% que reconoce la banca española».

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